A
medidodía −anota Nora Castro en su diario− como garbanzos
y por la tarde tengo que explicar la literatura de Galdós. Ojalá
que los gases no me fastidien la clase más importante del curso.
En
Chile la polla es la lotería. Imagínense, la Polla
Nacional... ¿Y qué haríais vosotros si os tocara la polla?
Los
alumnos se parten de risa, alborotan, se arma un tremendo guirigay.
−Mejor
no lo pongáis por escrito −intentando
calmarlos−. El
asunto de la polla lo trataremos solo de manera oral.
Muestras
de asombro. Aspavientos
de escándalo.
−Quiero
decir que disertaremos sobre la variación dialectal del
castellano sin penetrar
en profundidades teóricas.
¿He dicho sin penetrar? Eufórico, levanta la mano el gracioso de turno. Simulo que no lo veo.
−Vais
a escribir un relato sobre una persona que presencia el
aterrizaje de un platillo volante, se acerca al lugar de los hechos,
contacta con los marcianos, estos la raptan y la llevan en su nave
espacial hasta
el lejano asteroide de
Itokawa.
Malena
levanta la mano.
−Profesora,
¿puede ser inventada?
−¡Mujer,
lo gordo del asunto es que fuera real!
−Ah,
vale.
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