A
la
lluvia le están grandes los
zapatos.
Es
una réproba cuyo cuerpo cuelga ahorcado de una grúa en el puerto de
Vigo.
Se arrastra por muelles cenicientos
donde
los
marineros
de
Yakarta espantan
con sus gritos beodos a las ratas
de Hamburgo.
No
es, en
verdad,
la nieve que añoran
los
navegantes
noruegos
ni el fragor de la cascada en los
acantilados,
pero
acoge a
los oceanógrafos que surcaron
el triángulo de las Bermudas y descubrieron
en
su derrotero por las Malvinas una especie desconocida de
gamba extraterrestre.
Alertados
por la galerna,
montan guardia los
remolcadores de Salvamento Marítimo... ¡Ah,
y la patrullera de Aduanas, dispuesta para abordar, si fuera preciso,
el mismísimo barco del holandés errante!
Solo
la lluvia aterriza en el helipuerto.
Es un náufrago envuelto en una
manta térmica.
Es
una leona de Sierra Leona a la que dejaron preñada en la penúltima
frontera.
Es un pescador que cría mejillones en sus botas de caucho.
Nadie
quiere meter la pata en un charco ni ahogarse en una dársena ni
ser el capitán Nemo.
Solo la lluvia clama
Mayday, Mayday,
Mayday por
el canal 16 de VHF.
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