Diario de aula, 10




El Partido Popular considera que la huelga de mujeres convocada el 8 de marzo es elitista “porque solo pueden hacer huelga aquellas personas que tengan un empleo” (La Vanguardia, 21/02/2018). 

Asume, por tanto, el partido del gobierno que tener un empleo es un privilegio de una minoría selecta o rectora, pues tal es la definición de élite según el diccionario de la Academia. Reconoce asimismo sin tapujos el incumplimiento del artículo 23 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. El recado a las trabajadoras pone de manifiesto, en fin, que los paladines del bando constitucionalista se pasan por el forro el artículo 35 de la Constitución española: Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo... 

Llamar elitistas a las personas trabajadoras que ejercen su derecho a la huelga, muchas de ellas en condiciones de precariedad y explotación, es un caso de obscena manipulación ideológica del lenguaje. Y la manipulación del lenguaje es un tema que por desgracia solemos desatender en las clases de Lengua. La reciente polémica sobre el uso del femenino portavoza está también cargada de connotaciones ideológicas. Todo esto conviene estudiarlo con el mismo rigor que ponemos en el análisis sintáctico.

Portavoza es, si se quiere, una licencia lingüística que opera a nivel morfológico y pretende visibilizar en el lenguaje a una parte de la sociedad históricamente oprimida: las mujeres. Elitista, a nivel semántico, busca en cambio desacreditar a una parte de la sociedad históricamente oprimida: la clase trabajadora. No es lo mismo, ciertamente. La primera figura fuerza la norma; la segunda es un tropo que oscila entre la ironía y el sarcasmo. 
 
Las cuestiones relacionadas con el lenguaje y la sociedad han de tenerse en cuenta si queremos formar no solo buenos usuarios del idioma, sino dirigentes cabales de esa res publica que es la lengua. En una sociedad con una buena educación lingüística nadie preguntará si portavoza está permitido o no por la Real Academia; preguntará, en todo caso, cuándo la Real Academia recoge las palabras que la gente usa en la calle. Y así, leyendo, estudiando, pensando con criterio, las personas trabajadoras tendrán claro quiénes son los verdaderos elitistas en el lenguaje y en el mundo real.

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