Diario de aula, 13


 


Hubo un día en que los alumnos atendieron a la profesora, se portaron bien en clase, tomaron apuntes y sonrieron a las anécdotas con que ella aligeraba didácticamente sus lecciones. De este modo la profesora recobró la autoestima, que tenía arrastrada por los suelos, y volvió a creer en las virtudes de la instrucción pública.

La profesora pudo por fin explicar las obras completas de Lope de Vega, que, según estimaciones de los expertos, ascienden a más de mil, aunque solo se conservan alrededor de cuatrocientas. Como los alumnos mostraban tanto interés, la profesora se comprometió a exigirles solo doscientas de las cuatrocientas comedias que habían comentado en la clase de Literatura. Luego le dio pena y cambió el examen por un debate sobre el concepto del honor en el teatro clásico.

Sin embargo, el debate degeneró en una bronca en la que resultaba imposible entenderse. Dos alumnos llegaron a las manos porque uno defendía el derecho de los maridos cornudos a vengarse y otra la libertad de las mujeres para acostarse con quien quisieran. A dos compañeras suyas hubo que expulsarlas porque estaban pintando figuras obscenas en los pupitres y a todos los que jaleaban a los contrincantes se les sancionó con una nota negativa. Al poco tiempo, la profesora suspendió la actividad. Dio por explicadas las obras completas de Lope de Vega y pasó al tema siguiente: “Análisis gramatical de la Fábula de Polifemo y Galatea”
 
Entonces los alumnos reconsideraron su actitud. Se hizo el silencio. Los más aplicados levantaban la mano para preguntar dudas, que lógicamente eran muchas, y la profesora disfrutaba aclarándoselas, orgullosa una vez más de su labor docente. La profesora recobró la autoestima, que tenía arrastrada por los suelos, y volvió a creer en las virtudes de la instrucción pública.


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