En
una redacción sobre las ventajas de vivir en el campo o en la
ciudad, un alumno de bachillerato escribió: Yo prefiero el campo
porque en el campo se puede disfrutar del campo y a mi
me gusta mucho el campo.
La
profesora apuntó al margen: tautología o repetición inútil del
mismo concepto; y le bajó 0,10 en la nota de redacción.
El
alumno protestó por la injusticia. Los padres acudieron al Instituto
y presentaron una reclamación. Demandaban unos criterios de
evaluación objetivos. Además, sabían de buena tinta que la
profesora residía en la ciudad y defendía las ventajas de la vida
urbana. ¿Cómo no sospechar del sesgo ideológico de sus
calificaciones?
Antes
de que el asunto llegara a la Inspección, el Departamento de Lengua
optó por una sentencia salomónica: en vez de bajarle 0,10 por una
falta de argumentación, le bajaba 0,10 por una falta de ortografía:
había escrito mí ─pronombre personal─ sin tilde.
Ahora
sí, el alumno y sus padres se mostraron conformes con la justicia de
la nota.
Comentarios
Publicar un comentario