Conmemoración del armisticio




No se rinde homenaje al soldado desconocido con un grandioso espectáculo de banderas, aviones de combate y fanfarrias militares. Contra esta puesta en escena nos previene el dicho popular que aconseja no mentar la soga en casa del ahorcado.

Si el anónimo combatiente levantara la cabeza, quizá su única alegría habría sido ver a la activista de Femen que, como una revolucionaria Libertad guiando al pueblo, con los pechos al aire se enfrentó a la hipocresía de tantos y tan ostentosos señores de la guerra congregados en los aledaños del Arco del Triunfo. Alegría presumible tratándose de un joven sacrificado en la flor de la vida; pero no solo por lo que salta a la vista, sino por oír también un grito de paz sin tapujos.


En resolución, infinitamente más respetuosa con la memoria histórica ha sido la señora de los pechos desnudos, más digna y más humana, que quienes pronuncian soflamas pacifistas en el Bulevar de las Palabras Vacías mientras avivan la lumbre del próximo holocausto.


Comentarios