Ancestral



La palabra ancestral gusta mucho a los amantes de las tradiciones, a los hijos de la madre tierra y a los antropólogos inocentes. Una cultura ancestral es más que antigua o veneranda: es de categoría premium. El adjetivo ancestral, como algunos vinos de gran reserva, tiene notas de musgo, roble del país y bayas del bosque. Es una palabra latina que nos ha llegado a través del francés, aunque merecería ser celta. Tradiciones ancestrales son, por ejemplo, levantar piedras, sacrificar toros u otros animales a los espíritus, saltar las hogueras, la mutilación genital de las niñas. Todo muy arcano, todo muy telúrico.

Ancestro es sinónimo de antepasado. El castellano tomó el término del antiguo francés ancestre, que proviene del latín antecessor, como los cavernícolas de Atapuerca. Antecessor deriva a su vez del verbo cedo, cedere, cessi, cessum, que significa “andar, marchar, ir”. Si nos remontamos a la lengua ancestral de las estepas euroasiáticas, la raíz ked se postula como protoforma de la que descienden los vocablos romances ceder, cesar, acceder, secesión, necesidad, etc. De la misma familia léxica forma parte deceso, que equivale en el lenguaje de los corredores de seguros a cesación, defunción, fallecimiento, óbito, expiación, perecimiento o fenecimiento; o sea, muerte:


la muerte natural, fin de jornada,
paisaje más hermosos que el poniente.

Que diría el poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade.




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