En contados caminos




En la zona montañosa de Guadalajara conocí a un motero que recorría Castilla en una Ducati Scrambler y escribía versos de los lugares que visitaba. Un viaje por los Balcanes le había inspirado los Poemas del lago Ohrid y la arriesgada travesía del Taklamakán, en la Ruta de la Seda, las Incertidumbres de un camello bactriano. En un hostal de Cantalojas, mientras comíamos unos huevos fritos con chorizo, me leyó el borrador completo de En contados caminos. Era un cuaderno de apuntes geográficos y líricos sin pretensiones literarias. Algunos los recuerdo de memoria: 
Puede que sí,
puede  que no, 
he de volver
a Tamajón.
Y subiré
al Ocejón.

 

Sobre los pueblos negros decía:
Soñé una vez un camino
y un hombre que caminaba
al alba a los pueblos negros. 
Allá, en Guadalajara.
En el monte se ha perdido
cuando la nieve arreciaba.

Allá, en Guadalajara.


Del puerto de la Quesera:
 Bajo las hayas,
matas de fresas.
Tonto serás
si no las llevas,
caminante que
cruzas la sierra.
Y también: 
 De los robles
a los pinos,
de los prados
a los trigos,
agua clara,
se va el río.

La torre del reloj de Torrebeleña le inspiró un poema acerca del paso del tiempo:

 Torrebeleña tiene
en la torre un reloj,
que primero da la una
y al momento, las dos.
Canta el agua del caño
clara su eterno son.
 
Al Pico del Lobo se dirigía en los siguientes términos:

 Pico del Lobo, dime
por qué te llamas
si en tus cumbres habitan
solo las águilas.

 
En tierras de Segovia escribió:

 ─¿Dónde te vas
río Pirón
por esos páramos?
─¿Dónde, si no?

De Sotosalbos, pueblo que figura en la geografía amatoria del Libro de Buen Amor, anotaba:

 Si a Sotosalbos volviera
el arcipreste Juan Ruiz,
a una mujer rondaría
de quien prendado me vi;
amores le pediría,
los que yo no me atreví.

Los pinares de Cuéllar, tan distintos de los bosques del Guadarrama, le habían sugerido una letra solidaria:

Tienen los pinos de Cuéllar
una llaga en el costado,
que son pinos jornaleros
sin neveros ni regatos.
¡Salud, laboriosos árboles,
humildes parias del páramo!

Tras el recital salimos a tomar un café en la terraza y le pregunté por su próxima expedición. Dudaba entre el Cabo Norte y el Macizo de Hoggar, pero ya había pensado un título que sirviera para los dos destinos: Descripción de la intemperie


Nos despedimos, en fin. Yo seguí mi senda por los montes del Alto Jarama y él sus exploraciones en la Scrambler, o como la llamaba a veces, "mi burra de Sancho".



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