Chata





 
En la presentación de su Diccionario de Uso (1966) explica María Moliner que una definición es una relación establecida entre tres términos: término definido (T), término genérico (G), que es el concepto de contenido más amplio en que aquel está comprendido; y término diferenciador (D), que limita la extensión del término G para que convenga exactamente a T. Doy con un ejemplo que me viene de perlas para este 8 de marzo: el artículo dedicado al nombre chata/-o, que incluye la siguiente subacepción: Se aplica como “apelativo cariñoso” dirigido particularmente a niños. Se oye también como requiebro chulo dirigido a las mujeres. Si tomamos el segundo enunciado y aplicamos la teoría del triángulo definitorio, tenemos que T (término definido) = chata; G (término genérico) = requiebro y D (término diferenciador) = chulo, aplicado a las mujeres. Quiere esto decir que chata es un tipo de requiebro o piropo que se diferencia de otros por su carácter chulesco y porque sus destinatarias son mujeres. Reparemos en que cuando va dirigido a niños no es “chulo”, sino “cariñoso”. 

Quizá llamar a una chica chata resulte ahora anticuado y ridículo. Quizá, con el aumento de la cultura y la educación, todos los piropos sean anticuados y ridículos. Nosotros, en fin, nos preguntamos si por aquel entonces se atrevería algún colega a llamar chata a la insigne lexicógrafa. Y también, ¿se caerá algún día del diccionario la palabra chulo?




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