Había en el instituto un chico que hacía la vida imposible a sus compañeros, mangoneaba a todos y abusaba de los más débiles. Capitán de una banda de granujas, era un aborto de tirano consentido por sus padres y temido por los profesores, que no sabían qué hacer con él.
Algunos profesores decían:
—Ese chico acabará mal.
—No —discrepaba la profesora Nora Castro—. Ese chico llegará lejos. Por lo menos a... Director General de Crédito Hipotecario de un gran banco o a... Chief Executive Officer de una multinacional.
El informe psicopedagógico revelaba que el chico poseía aptitudes excelentes de emprendedor y aconsejaba que se le motivara con tareas que estimulasen el liderazgo, el desafío y la competitividad.
Como Nora Castro era profesora de Literatura y en su clase no tenían cabida ese tipo de actividades, se conformaba con expulsarlo del aula, castigándolo a copiar mil veces una sentencia moralizadora que, por supuesto, el pequeño dictador nunca copiaba. Pero al menos mientras él estaba fuera, los más torpes, los que nunca llegarían a ningún lado, dialogaban, leían y escribían tranquilamente... sin que la cruel realidad les volara la cabeza.
Comentarios
Publicar un comentario