La bofetada de Zadórov




Colérico y ofendido, llevado a la desesperación y el frenesí por todos los meses precedentes, me lancé sobre Zadórov y le abofeteé. Le abofeteé con tanta fuerza, que vaciló y fue a caer contra la estufa. Le golpeé por segunda vez y, agarrándole por el cuello y levantándole, le pegué una vez más.

Quien cuenta la paliza es el pedagogo soviético Antón Seménovich Makárenko. En 1920  el delegado provincial de Instrucción Pública le encarga poner en marcha una escuela de educación social para jóvenes marginales. Makárenko vacila ante un reto de tal calibre. Comparte la teoría revolucionaria de que el hombre nuevo debe ser forjado de un modo nuevo, pero lo que no sabe es cómo llevar a la práctica esos bonitos ideales. El delegado lo persuade: De cualquier forma , todos tenemos que aprender. Y, por lo tanto, tú también aprenderás. Me gusta que me hayas dicho francamente: no sé. Eso está bien. Al poco tiempo, en un bosque de pinos, a seis kilómetros de Poltava, comienza su andadura la Colonia Gorki. 


Zadórov es uno de los primeros educandos. La colonia ha de sostenerse con el trabajo de todos, pero Zadórov se niega a cortar leña y provoca con sus chulerías a los educadores. Makárenko pierde los papeles. Fracasa. Reconoce el fracaso.


Zadórov, sin embargo, llegó a ser ingeniero en la Unión Soviética. Eso, desde luego, no justifica la paliza... aunque se la tuviera bien merecida. Solo digo que nuestras "bofetadas de Zadórov", adornadas con oropeles psicopedagógicos, pueden ser más crueles y perniciosas que la propinada por Makárenko, como lo demuestra la gran cantidad de jóvenes a quienes el sistema educativo capitalista empuja al fracaso, dejándolos sin estudios, sin trabajo y sin criterio.




Comentarios