Matamos muchos de ellos




Matamos muchos dellos y otros se quemaron vivos: así de escuetamente resume Bernal Díaz del Castillo las represalias que los castellanos tomaron contra los cholultecas. Estos, instigados por Moctezuma, habían tramado un ataque por sorpresa contra el ejército de Cortés, que camino de Tenochtitlán se había acogido a la hospitalidad de Cholula.

Más explícito en el relato de las crueldades de los conquistadores se muestra Bartolomé de las Casas, cuya Brevísima relación de la destruición de las Indias nos permite dilucidar el sentido de la segunda parte del enunciado con que Díaz del Castillo despacha la masacre: otros se quemaron vivos. Porque en la primera oración coordinada el verbo va en primera persona del plural, matamos, lo que hace partícipe al autor de las muertes perpetradas; mientras que en la segunda, se quemaron, la construcción pasiva refleja elude el sujeto agente; es decir, otros fueron quemados vivos, pero, ¿por quién?, ¿dónde estaba el soldado Bernal?, ¿fue de los que prendieron las hogueras en las que abrasaron vivos a los señores de Cholula?: A todos los señores, que eran más de ciento y que tenían atados, mandó el capitán quemar y sacar vivos en palos hincados en la tierra, según cuenta
Bartolomé de las Casas.

En el capítulo XVIII de la Historia verdadera... reconoce Bernal Díaz que estuvo a punto de abandonar su empresa literaria anonadado por la gran retórica de otro cronista más ilustre, Francisco López de Gómara, que compuso una Historia de la conquista de México sin haber viajado al Nuevo Mundo. Contra las supuestas falsedades del humanista, argumenta el aventurero que la buena política y agraciado componer es decir verdad en lo que escribieren, y la mera verdad resiste a mi rudeza. Pues bien, un buen ejemplo de este estilo tosco pero veraz es el que apuntábamos al principio: Matamos muchos dellos y otros se quemaron vivos, prueba fidedigna de que la lanza no embota la pluma y de que sí se puede escribir literatura antes y después de Auschwitz.




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