Cuaderno de Chipre, 2


(Mezquita de Selimiye, Nicosia) La catedral reconvertida en mezquita o la mezquita reconvertida en catedral no ofenden mis sentimientos religiosos ni lo más mínimo... Todo queda en casa de Dios. Pero las viejas escuelas rurales sin niños y las estaciones de ferrocarril sin trenes que a menudo vemos transformadas en flamantes bares de diseño... esas sí que me parten el alma.




(Agias Zekles, Limasol) El icono que tapa la inscripción otomana en el exterior de la capilla ortodoxa tiene una leyenda en griego que no entiendo. Supongo que no dirá: Paz a los hombres de buena voluntad.



(Taberna) En griego, cuando pedimos la cuenta en un bar decimos loghariasmoś, o sea, logaritmo, lo que nos lleva a pensar que todos los camareros de Grecia son muy listos y saben muchas matemáticas. El logaritmo nos lo trae el servitóros, que es el camarero, y si el precio parece razonable y el servicio ha sido bueno, se lo agradecemos con la palabra efjaristó, que equivale a eucaristía o acción de gracias... Después de tanta liturgia, ¿dejaremos una propina al simpático garzón de Ida, léase, camarero?


(Carretera de los Troodos) Puede que el único encanto de estos eriales en los que solo crecen árboles esmirriados y matorrales espinosos esté en su espléndido cielo azul. Sin embargo, hay un camino que cruza los campos baldíos, los pedregosos cauces de arroyos sedientos, la colina de los algarrobos. Y yo me iría por ese camino... Vaya si me iría.





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