Cuaderno de Chipre (texto completo)




1
Antes del viaje


(Literatura de viajes) Advertencia preliminar: Un viajero fue a Chipre y escribió un libro de sus andanzas titulado Viajes alrededor de mi ombligo. Otra vez fue a Jordania y publicó Nuevos viajes alrededor de mi ombligo. Una expedición a las ruinas de Persia le inspiró Novísimos viajes alrededor de mi ombligo. Los tres libros se consideraron clásicos de la literatura de viajes y todos los viajeros los llevaban en su mochila cuando iban a explorar la selva del Amazonas o las islas Galápagos.


(Visto para sentencia) Después de todo lo que he visto en Google Earth y leído en la Wikipedia, no sé si merecen la pena los engorrosos trámites del viaje. Qué pereza ir a Limasol, en la isla de Chipre, sabiendo que fue la ciudad donde Ricardo Corazón de León contrajo matrimonio con Berenguela de Navarra. ¡Vaya, que me tocará repasar la historia de la Tercera Cruzada!


(Ricardo Corazón de León) Limasol, mi destino en Chipre, es una ciudad del sur del país que frecuentaron personajes ilustres. Allí contrajo matrimonio Ricardo Corazón de León con Berenguela de Navarra. Fue el 12 de mayo de 1191. La ceremonia, como no podía ser menos, se ofició en el castillo, y a los fastos concurrieron hermosas damas y nobles señores. Sin duda, amenizarían la fiesta juglares de Provenza, bailarinas egipcias, enanos autóctonos, magos sirios y domadores de osos de Anatolia. En fin, que ya casi veo venir la historia de siempre: la inexcusable visita al castillo, las explicaciones de la guía en la capilla de San Jorge, una tienda en la que venden figuras de caballeros cruzados... Y el retrato del rey que arrasó Sicilia, conquistó Chipre y mandó asesinar a cientos de prisioneros en Acre estampado en camisetas y demás merchandising made in Bangladesh.


(Brigadistas Internacionales) Hablando de personajes ilustres, recordemos que el Partido Comunista de Chipre se fundó en Limasol en 1926. Durante cuarenta años, entre 1949 y 1989, su secretario general fue Ezekias Papaioannou, un antiguo combatiente de las Brigadas Internacionales en España. Aunque solo hubo cerca de 60 brigadistas chipriotas en España, en proporción al número de habitantes Chipre es uno de los países con más voluntarios caídos en la lucha contra el fascismo en nuestro país.


(Historia sangrienta) Limasol, mi destino en Chipre, es una ciudad que fue ocupada en el siglo XIII por los caballeros cruzados al mando del emperador germánico Federico II Barbarroja. Los mamelucos egipcios la saquearon e incendiaron en 1424. Los turcos la conquistaron en 1570. Los civilizados británicos aún siguen allí, en la base militar de Acrotiri. Yo, castellano en son de paz, solo voy a empaparme de esa historia sangrienta.


(Gramática griega) Ir a Chipre y repasar a la sombra de un olivo la gramática griega de Jaume Berenguer i Amenós que estudiamos en nuestra juventud soñadora. Se nos dirá que este plan de viaje revela una absurda idealización del pasado, del que borramos selectivamente los peores recuerdos de la etapa escolar: el temor que nos provocaban los exámenes, las arbitrariedades de los profesores, la ardua tarea de aprender un alfabeto extraño y desentrañar las intrincadas flexiones de las palabras. No en vano el griego es la lengua de la que tomamos la palabra nostalgia. Y esta nostalgia es anhelo de regreso a una Ítaca inalcanzable, de la que partimos en cóncavas naves rumbo a guerras inciertas: soñada juventud a la que nunca volveremos, ni siquiera vencedores de cíclopes, magas, sirenas y serpientes marinas.


(Olimpo) Antes, en el monte Olimpo vivían los dioses. Alojados en mansiones de cristal, sus orgías divinas trascendían a todo el universo: Zeus, el padre de todos ellos, era marido y hermano de Hera, y su lista de amantes femeninas, que incluye diosas, musas, ninfas y simples pero atractivas mortales, ocupa una tabla de más de 30 filas en la Wikipedia. Ahora, en el monte Olimpo, la mayor altura de Chipre, hay una estación de invierno con pistas de esquí alpino y esquí de fondo. Más información en: www.skycyprus.com.


(El palo de los selfis) Cuando vaya a Chipre, ¿visitaré el yacimiento de Khoirokoitía, cuyos habitantes eran bajitos (1,61 los hombres; 1,51 las mujeres), vivían una media de 22 años y se enterraban acurrucados en el suelo de su casa? ¿Subiré a los montes Troodos para sentir la espiritualidad de los templos bizantinos? En la costa de Pafos, ¿tendré el honor de contemplar los acantilados donde nació Afrodita? ¿Me alejaré hasta la península de Karpas, donde pastan los asnos salvajes? Por si acaso, cuando vaya a Chipre, que no se me olvide meter en la mochila el cargador del móvil y el palo de los selfis.


(Nevada) Según los registros meteorológicos, en febrero de 1950 una nevada cubrió toda la isla de Chipre. Qué antigua suena esa historia de aire puro y fresco. Más antigua que la de Gea alumbrando al estrellado Urano; más vieja que la Guerra de los Titanes contra los Dioses; tan maravillosa como la de Afrodita surgiendo de la espuma del mar.


(Buffer Zone) La Línea Verde es una zona desmilitarizada que parte la isla de Chipre en dos comunidades étnicas: al sur, los grecochipriotas; al norte, los turcochipriotas. En la Buffer Zone (Zona de Amortiguación) se encuentra desplegada la Fuerza de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre (UNFICYP), o sea, los famosos Cascos Azules. La Green Line está dividida en tres sectores:

  • Sector One: vigilado por tropas argentinas.
  • Sector Two: responsabilidad del contingente británico.
  • Sector Four: bajo comando de fuerzas eslovacas, húngaras y serbias.

Claro, lo que nos preguntamos todos es: ¿qué pasa con el Sector Three? ¿Se lo saltan porque el tres es un número primo? ¿Cómo van a repartirse el terreno los griegos y los turcos si no saben contar con los dedos de las manos? Pero, bueno, no le busquemos tres pies al gato: dice el dicho que a la tercera va la vencida y la única victoria posible en el conflicto de Chipre es que se derribe el muro.


(Árbol nacional) En febrero de 2006, el Parlamento de Chipre declaró el roble dorado “árbol nacional del país”. Como aquí, en tierras del Miño, el roble es también un árbol de culto, me ha parecido oportuno injertarlo en este cuaderno de viaje, no obstante las suspicacias que me provoca el adjetivo nacional. Nacional puede ser una institución si vela por los intereses de la nación y no de la oligarquía. Pero, ¿un árbol como el roble o un animal como el toro o la vaca? Reparemos en lo limpio que suena Seguridad Social y en el miedo que mete Seguridad Nacional. Hecha la salvedad, adopto el emblema del roble dorado, que crece en los montes Troodos, a la par que me solidarizo con los olivos, los pinos, las encinas y todos los camaradas árboles de la Tierra.


(Lenguas) No he visto en ningún sitio que los niños grecochipriotas estudien turco en la escuela y que los niños turcochipriotas estudien griego. Apunto la duda para preguntársela a mi profesora de Educación Intercultural en Chipre.


2
El viaje


(Pafos) El plan de repasar la gramática griega a la sombra de un olivo era evidentemente una fantasmada. En primer lugar, los olivos no dan mucha sombra que se diga y a mediados de octubre el sol pica aún en Chipre. Luego están las hormigas, las avispas, las lagartijas y demás bichos silvestres, que no nos permitirían concentrarnos en el estudio de las declinaciones. Por último, Chipre es tierra de hierbas resecas, arbustos pinchudos y pedregales donde a ningún devoto de la filología se le ocurriría plantar el culo, ni siquiera para estudiar la lengua de los dioses. Así que cambio de planes y voy a bañarme a la piscina del hotel.
… De todos modos, no sé qué tiene la combinación de olivos y mármoles rotos que nos hace ver al dios Pan donde solo hay un pobre pastor de cabras y ninfas en vez de campesinas renegridas que varean las aceitunas.


(Educación Intercultural) Cada día, los asistentes al curso sobre Educación Intercultural que se celebraba en un conocido hotel de Limasol, al sur de Chipre, encontraban sus camas hechas y sus habitaciones recogidas. La mayoría de las personas que hacían ese trabajo eran asiáticas. Todas las personas que hacían ese trabajo eran mujeres. Gracias a tales procedimientos didácticos, basados en el aprendizaje por descubrimiento, los organizadores del curso conseguían un alto nivel de motivación entre los participantes, que volvían a sus países entusiasmados con las ventajas de la diversidad cultural.


(Kourion) Apuntes para una actividad didáctica. 1) Planteamiento de la cuestión: Estamos en el yacimiento arqueológico de Kourion, al suroeste de Chipre. Según Heródoto, Kourion fue fundada por los argivos y su antigüedad se remonta al siglo XIII a. C. Hay vestigios griegos, romanos y bizantinos que atestiguan su esplendor a través de los siglos, a pesar de los terremotos que cada dos por tres asolaron la ciudad. Ahora solo quedan muros rotos; si acaso, alguna columna en pie. A mediados de octubre el sol cae a plomo sobre el erial donde se asienta Kourion y la temperatura ronda los 35 grados centígrados. No hay árboles que proporcionen sombra; fuentes que mitiguen el calor. Desde lo alto de la colina, se divisa la bahía de Episkopi con sus abruptos acantilados. Al pie del altozano está la playa repleta de bañistas. Un camino lleva a la playa y otro a las ruinas del monte. El que sube a las ruinas es, valga la redundancia, cuesta arriba. El que que baja a la playa va derecho a las tumbonas , las sombrillas y la brisa refrescante del mar. 2) Responde a las siguientes preguntas: a) ¿Qué camino elegiría el sabio? b) ¿Qué camino elegirías tú? Justifica tus respuestas.


(Agias Zekles, Limasol) El icono que tapa la inscripción otomana en el exterior de la capilla ortodoxa tiene una leyenda en griego que no entiendo. Supongo que no dirá: Paz a los hombres de buena voluntad.


(Mezquita de Selimiye, Nicosia) La catedral reconvertida en mezquita o la mezquita reconvertida en catedral no ofenden mis sentimientos religiosos ni lo más mínimo... Todo queda en casa de Dios. Pero las viejas escuelas rurales sin niños y las estaciones de ferrocarril sin trenes que a menudo vemos transformadas en flamantes bares de diseño... esas sí que me parten el alma.


(Taberna en Limasol) En griego, cuando pedimos la cuenta en un bar decimos loghariasmoś, o sea, logaritmo, lo que nos lleva a pensar que todos los camareros de Grecia son muy listos y saben muchas matemáticas. El logaritmo nos lo trae el servitóros, que es el camarero, y si el precio parece razonable y el servicio ha sido bueno, se lo agradecemos con la palabra efjaristó, que equivale a eucaristía o acción de gracias... Después de tanta liturgia, ¿dejaremos una propina al simpático garzón de Ida, léase, camarero?


(Carretera de los Troodos) Puede que el único encanto de estos eriales en los que solo crecen árboles esmirriados y matorrales espinosos esté en su espléndido cielo azul. Sin embargo, hay un camino que cruza los campos baldíos, los pedregosos cauces de arroyos sedientos, la colina de los algarrobos. Y yo me iría por ese camino... Vaya si me iría.


(Bazar, Nicosia) El tendero que encuentras despatarrado en una silla con la mandíbula desencajada y la camisa entreabierta dejando al descubierto un broncíneo torso velludo, dichosamente traspuesto en el sopor de la siesta, no se ajusta ni de lejos al perfil del emprendedor capitalista. Sin embargo, dejadle dormir, dejadle soñar. ¿Qué prisa tenéis en comprar una alfombra que se tejió con laboriosa lentitud, una alfombra digna del palacio del sultán y los magos de las mil y una noches? Consumistas compulsivos: refrenaos, aceptad el café a que os invita el vendedor y deleitaros con su apabullante charlatanería. El café y el tiempo de conversación corren a cuenta de la casa.


(Oriente / Occidente) Una de las principales universidades del norte de Chipre se llama Universidad del Cercano Oriente. A un centenar de kilómetros de Siria y a otros tantos de las costas meridionales de Anatolia, Chipre es el Oriente Próximo, independientemente de que los chipriotas se expresen en griego o en turco. No por hablar griego, tener una mayor densidad de McDonalds por kilómetro cuadrado y levantar hoteles de veinte plantas en primera línea de playa, los grecochipriotas se pueden jactar de ser más europeos u occidentales que sus paisanos de lengua turca. Que la civilización griega sea el origen de la europea no significa que fuese occidental, pues no lo era en términos geográficos, de raíces culturales ni, menos aún, en el sentido que se da ahora a Occidente de países capitalistas ricos y con pedigrí norteño. No estuvo el jardín de Epicuro en las riberas del Sena ni la Academia de Platón en Berlín. Deudores de los fenicios y los egipcios fueron los griegos antiguos y lo somos, por tanto, todos los europeos actuales. Con razón advertía Antonio  Machado: Hombre occidental, / tu miedo al Oriente, ¿es miedo / a dormir o a despertar?


(Marina de Limasol) Su padre era pescador en Famagusta, al este de Chipre. En una foto en blanco y negro se le ve a bordo de una barca con toda la tripulación posando en la cubierta: hombres recios, bronceados por el sol, apuntalados en un plano inclinado que se balancea con el movimiento de las olas. Unos montes yermos señalan la cercanía de la costa.
El hijo muestra orgulloso la foto a los turistas que acudimos en tropel a la tienda de recuerdos. El hijo vende esponjas de mar naturales y otros productos típicos del mar y la tierra de Chipre, como jabones de aceite de oliva. En una esquina del local hay una barca varada en un escollo de esponjas y el maniquí de una mujer desnuda, quizá una sirena en su fase humana, que se tapa pudorosamente con la larga melena.
Ante la foto de su padre, pescador en Famagusta, el vendedor explica los efectos saludables de las esponjas naturales del Mediterráneo. Para demostrarlo, se ensucia las manos en una tina de líquido oscuro; a continuación, se las restriega y las exhibe impolutas, tan suaves como la piel de un recién nacido.
Convencidos por el charlatán, todos los turistas compramos un buen surtido de esponjas milagrosas.


(Kolossi) Durante su estancia en el sur de Chipre, el viajero fue a visitar un castillo. La fortaleza databa de la época de las cruzadas y había pertenecido a los caballeros de la Orden de Malta y a los Templarios. Tras recorrer todas las salas —oscuras, frescas, vacías—, el viajero abandonó el castillo y echó a andar por un camino que previamente había divisado desde la torre de homenaje. El camino se alejaba del pueblo. Era una pista polvorienta que atravesaba olivares, y plantaciones de naranjos y granados. El sol relumbraba en la tierra blancuzca. Se veía el mar tras las colinas del suroeste. El caminante, después de varias bifurcaciones que no sabía a dónde le llevarían, llegó a un cementerio. Era un cementerio británico. Abrió la verja y entró a refugiarse a la sombra de los cipreses. Se sentó en un banco junto a la tumba de un escocés. Supo que era escocés porque tenía la bandera de su país puesta en la lápida. Algunas tumbas tenían bufandas de los equipos de fútbol que habían dado tantas alegrías y disgustos a quienes ahora descansaban en paz; otras, objetos personales que evocaban las aficiones de los difuntos. El caminante recorrió el cementerio hasta el extremo donde se situaban las sepulturas más recientes, aún sin losas, tan solo montones de tierra reseca, coronas de flores mustias y yerbajos. A estos muertos les había tocado la zona de sol y no había quien parara allí, excepto las lagartijas, que corrían de una tumba a otra y se metían bajo las piedras para escapar del intruso. Extranjeros en vida, los muertos yacían ahora en tierra de todos. El viajero recordó unos versos de Antonio Machado: Un golpe de ataúd en tierra es algo / perfectamente serio. Para no ponerse melancólico, dejó en paz a los finados, cerró la cancilla del camposanto y echó a andar por el camino polvoriento.


(Grecochipriotas / Turcochipriotas, 1) Quizá tenga razón Sánchez Ferlosio en que “babilonios somos” y deberíamos dejarnos por imposibles los unos a los otros, “como buenos hermanos”, desechando el inútil empeño de convivir griegos con turcos o, por poner un ejemplo más cercano, catalanes con castellanos. Las amadísimas y maternales lenguas que separan a unos pueblos de otros no son una maldición de Dios, pero sí escopetas que carga el Diablo. Y si no, que se lo digan a los inmigrantes pobres que deben pasar un examen del idioma del país de acogida para obtener el permiso de residencia o a los ciudadanos de Nicosia que viven separados por un muro. Que los muros culturales sean con harta frecuencia económicos no libra de culpa a los nacionalismos lingüísticos por su contribución a poner fronteras.


(Grecochipriotas / Turcochipriotas, 2) La invasión de varios miles de soldados turcos, las religiones distintas y las lenguas diversas hacen imposible la convivencia de grecochipriotas y turcochipriotas (?). Menos mal que unos y otros tienen el inglés para entenderse; y padecen juntos (pero no revueltos) la invasión de varios miles de soldados británicos que, a pesar de sus creencias extrañas, son unos invasores muy civilizados y amistosos (!).


(Grecochipriotas / Turcochipriotas, 3) Al café turco, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, se le llama griego en la parte griega de Nicosia. Tanto los chipriotas turcos como los griegos lo hierven en un pote de cobre y se sirve en tazas pequeñas sin asas, con un vaso de agua y una delicia turca, que en el Chipre de habla griega es una delicia chipriota.
Al caer la tarde, en las terrazas de uno y otro lado del muro, hombres y mujeres apacibles, parsimoniosos, que aman la brisa tibia, la charla cordial y el discurrir sosegado del tiempo toman el mismo café con diferentes nombres. Nada perturba su paz: ni el repique de las campanas ni las plegarias del muecín que llaman a la devoción de los piadosos.


3
Después del viaje


Cuando volvió de Chipre, el viajero tuvo que redactar varios informes y preparar diversos materiales relacionados con el contenido de su curso. En los ratos libres se interesó por la lírica griega. Leyó la antología seleccionada por el filólogo Carlos García Gual, que compila textos de los siglos VII al IV a. C.


Hubo, días después, unas breves vacaciones escolares, que fue a pasar en un pueblo de las montañas. Hacía un tiempo desapacible, lluvioso y gris. Lo más aconsejable era quedarse en casa, al calor de la lumbre, y contemplar desde la ventana los efectos de la borrasca otoñal en el bosque. Pero al viajero se le caía la casa encima; no en vano, estaba recién llegado de su periplo y aún no se había acostumbrado a la vida sedentaria. De modo que salía a pasear por los caminos embarrados, recolectaba setas, observaba con los prismáticos a los ciervos, vadeaba arroyos. La niebla iba poco a poco difuminando sus recuerdos de la isla de Afrodita.


Entonces leyó un verso de Calino de Éfeso, que dice:
 

Ahora se acerca el tropel de los Cimerios feroces

No sabía quiénes eran los cimerios, cuya cercanía resultaba tan perturbadora.


En un volumen del Diccionario Enciclopédico Espasa, que había arrumbado en un estante de la casa de la montaña, se informó de que los cimerios eran un pueblo que vivió en la margen oriental de la laguna Meótides, hoy llamada mar de Azof.


Cuando volvió a su ciudad y tuvo conexión a internet, recopiló muchos más datos sobre los invasores de las estepas. El verso de Calino advertía, en efecto, de una invasión inminente. No está claro por qué motivo este escueto enunciado sobrecogió a un lector tan lejano en el tiempo y tan ajeno al peligro de un ataque extranjero. Sin ninguna base histórica que lo avalara, identificaba a Chipre con el pueblo que esperaba aterrorizado las tropelías de los bárbaros.


La Wikipedia, que cita entre sus fuentes a Heródoto, caracteriza a los cimerios como antiguos nómadas ecuestres que habitaban la región norte del Cáucaso y el Mar Negro entre los siglos VIII y VII a. C. Relatos posteriores los ubican en las estepas comprendidas entre los ríos Tyras (Dniéster) y Tanais (Don). En el canto XI de la Odisea, que relata el viaje de Ulises al Hades, se cuenta que en el confín del Océano:


… está la ciudad y el país de los hombres cimerios,
siempre envueltos en nubes y en bruma, que el sol fulgurante
desde arriba jamás con sus rayos los mira ni cuando
encamina sus pasos al cielo cuajado de estrellas
ni al volver nuevamente a la tierra del cielo: tan solo
una noche mortal sobre aquellos cuitados se cierne.

El rey de Asiria Sargón II murió luchando contra los cimerios en 705 a. C. El rey Midas, a quien la fama atribuye el poder de convertir en oro todo lo que tocaba, lo cual supondría su muerte por inanición, prefirió suicidarse antes que ver Frigia sometida a los cimerios. A mediados del siglo VII a. C., los cimerios atacaron el reino de Lidia, llenando de terror a los habitantes de la ciudad jonia de Éfeso: Calino los exhorta al combate en defensa de la patria.


Un rastreo en la Biblioteca Digital Perseus le permitió al viajero localizar el verso de Calino en versión original griega:



Incluso halló la traducción al inglés:


and now cometh the host of dastardly Cimmerians

con un escolio que hace referencia al sitio de Sardes.


Lo cierto es que los cimerios nunca llegaron a la isla de Chipre. La anacrónica inquietud del viajero por la suerte del país carecía de sentido. Sin embargo, aunque ningún pueblo bárbaro lo hubiera arrasado, era como si Chipre hubiera desaparecido para él. Quizá no volviera nunca; o si volvía, ya nada sería lo mismo. ¿Lo mismo que qué? Ni siquiera tenía la certeza de que el país que evocaba en sus ensoñaciones fuese aquel que había visto con sus propios ojos cuando callejeaba por Limasol o recorría la costa de Pafos. El sentimiento de nostalgia que le embargaba se asemejaba al que, salvando las distancias, habría atormentado a Ulises cuando, instalado en Ítaca, se acordara de la isla de Circe y sus navegaciones. Así, el viajero, en la monotonía de las tardes lluviosas de noviembre, añoraba el polvo de los caminos, los Troodos en el horizonte, las ruinas y los olivos, las mujeres y los hombres que atestaban las terrazas del puerto viejo de Limasol. Pensando egoístamente, quizá no echara de menos a nadie ni nada más que su propia libertad de trotamundos.


Pero los días fríos de otoño, como las pezuñas de los caballos de los bárbaros, se empeñaban en emborronar los recuerdos del viajero y su inexorable sobrevenir surtía el mismo efecto que el tropel de cimerios feroces que conjura Calino con pavor en su verso.



Comentarios