En el camino con Antonio Machado




Iba andando por un camino de Chipre y me acordé del poeta Antonio Machado. Cuánto hubiera dado por tener un libro suyo en mi mochila de caminante. Yo hacía con él la ruta de Cidones a Vinuesa; él venía conmigo por algún lugar de los montes Troodos.

No sabía a dónde me llevaba el camino. Quizá a las ruinas de un templo consagrado a Afrodita; o en lo alto de la colina, al olivo solitario, que da sombra al hombre pensativo y al agua de la fuente.


Si en las faldas del Olimpo invocaba los campos de Castilla, no era porque echara de menos los pinos, la nieve y las palabras esenciales de mi pueblo. Era en verdad nostalgia de un camino interminable; una senda para andar juntos, hacia la tierra de todos que es el horizonte.




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