Cuando se declaró la pandemia, Maruja tenía miedo de ir a la peluquería. Todas las peluqueras eran chinas y el virus venía de China. En China, como es sabido, la gente se alimenta de murciélagos y otros animales asquerosos. Además, gobiernan los comunistas.
Cuando el virus llegó a Italia, Maruja dejó de ir a la pizzería. La pizzería del barrio era de unos italianos y todo el mundo había visto en la televisión las imágenes de las ciudades confinadas, los supermercados vacíos, los hospitales de campaña.
Maruja vivía en Madrid pero tenía familia en Galicia. Cuando acabó el confinamiento y quiso ir a verlos, se encontró con que los madrileños no eran bien recibidos en Galicia. En Madrid los cadáveres se almacenaban en pistas de patinaje sobre hielo. El virus había provocado más muertos en Madrid que en toda la República Popular China.
Nada más levantarse el Estado de Alarma, el virus rebrotó en las playas del Norte. Las autoridades decretaron el confinamiento de la población. Los hosteleros se desesperaban al ver cómo los turistas anulaban sus reservas. La policía instaló controles en las carreteras para que nadie entrara ni saliera del Paraíso.
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