De aquellos polvos vienen estos lodos

 


 

 Cuando el virus se propagó y mató a decenas de miles de personas, la sanidad pública estaba por los suelos.


Nos habían dicho que los servicios públicos suponían un derroche intolerable y que los trabajadores públicos ─es decir, médicos, bomberos, barrenderos, profesores, etc.─ eran una pandilla de vagos, que se quejaban porque no querían trabajar una hora más a la semana. Los emprendedores, en cambio, representaban el futuro de la sociedad. Los emprendedores eran unas personas que emprendían negocios aventurados, como fundar hospitales, escuelas infantiles o residencias de mayores, con lo que descargaban al Estado de un pesado lastre.


Pero el virus no solo nos pilló con la sanidad por los suelos. También la educación para la ciudadanía estaba por los suelos.


Nos habían dicho que el Estado no debía adoctrinar a la juventud, como en los regímenes totalitarios. Adoctrinar era estudiar los derechos humanos y los derechos sociales que garantiza la Constitución. Si alguna familia quería que sus hijos fuesen adoctrinados, tenía derecho a elegir un colegio religioso donde estos recibieran la doctrina correspondiente a su religión. Pero ni hablar de una educación cívica para el común de las gentes.


Como la sanidad pública estaba por los suelos, los hospitales se colapsaron y los cadáveres se almacenaban en pabellones de hielo. Como la educación para la ciudadanía estaba, peor aún, por los subsuelos, mucha gente hacía fiestas y botellones durante los confinamientos, se comportaba egoístamente y nadie pensaba en el daño que hacía a los demás.


Tuvieron que cerrar las escuelas durante tres meses. Hubo que improvisar hospitales de campaña, como en las guerras.


Los populistas que lanzaban piedras contra la sanidad pública se volvieron, de repente, responsables, y a día de hoy reclaman toques de queda y confinamientos para controlar los contagios. Los demagogos que lanzaban piedras contra la educación para la ciudadanía han visto la luz y la luz es la responsabilidad ciudadana. Ay de nosotros, avisan muy seriamente, si perseveramos en nuestra insensatez. Con tantos muertos por la pandemia, ya casi se nos ha olvidado que unos y otros, los que atacaban a lo público en la sanidad y en la educación, eran los mismos.

 

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