Preguntas de un pacifista ante la tumba del soldado desconocido

 

 

  ¿Son los soldados desconocidos como las obras literarias anónimas? Los malos estudiantes creen que las obras anónimas no las escribió nadie. A los soldados desconocidos, ¿no los conoció nadie? ¿Ni siquiera la madre que los parió?


Aparte de estar muerto y no llamarse Juan o apellidarse Pérez, ¿qué otras virtudes tuvo el soldado desconocido?


Cuando asaltó una posición enemiga, ¿a cuántos enemigos acribilló a balazos? ¿Cuántos globos oculares reventaron sus balas? ¿Cuántas masas encefálicas y pelos y dientes se hicieron puré? ¿Cuántos genitales, huevos cascados?


Las minas que sembró en el campo, ¿a cuántos niños de la posguerra mutilaron en el primer y siguientes años de la victoria?


Si las órdenes eran fusilar a un desertor, ¿apuntó al corazón o la cabeza?


En la ciudad liberada, ¿violó a mujeres que celebraban la fiesta de la liberación? ¿Las violó delante de sus hijos?


¿Era un francotirador que a mil metros de distancia atinaba en el entrecejo a los incautos que salían de sus casas a comprar el pan y estirar las piernas? ¿O el piloto de un cazabombardero que hizo saltar por los aires una estación de ferrocarril con toda la muchedumbre de refugiados?


¿Y si en vez de haber caído defendiendo la bandera lo hubiera matado el fuego amigo, el frío, las ratas, el hambre o una enfermedad venérea?


Cada vez que el señor presidente se pone muy tieso ante su tumba y pronuncia las palabras sacrificio, ejemplo, unidad...; cada vez que un general condecorado lo desvela de su sueño eterno con varoniles vivas a la patria y al rey, ¿bosteza?, ¿se rasca la calavera?, ¿se sonrojan los huesos cigomáticos?


Los gusanos que devoran su cuerpo putrefacto, ¿son el honor y la gloria prometidos a los héroes de la Patria?



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