Una carretera secundaria en las Lomas de Ucieza, al norte de Palencia. Hay un bando de avutardas en un teso. Al principio —tan grandes son— pensamos que pueden ser corzos, jabalíes o quién sabe qué. Detenemos el coche. Encontramos un apartadero, que da acceso a un campo de labor. Busco en la mochila los prismáticos y la cámara, que siempre están al fondo y se alcanzan tarde. Luego cruzo un sembrado con la tierra reblandecida por las lluvias, vadeo un arroyo, subo la cuesta, sigiloso y artero como un rastreador. Ahí están, quizá una docena. Las espanto, se espantan pero me da tiempo a fotografiarlas antes de que levanten el vuelo: son las aves voladoras más pesadas de Europa. Vuelan hacia el horizonte, donde se yerguen los picos nevados del Curavacas, el Espigüete y la Sierra del Brezo. Dejan una soledad de páramos y valles invernales. Se van los enormes pajarracos, no sabemos a dónde, y nos vamos nosotros también, lejos, por carreteras secundarias.
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