Fracasados escolares

 


 

  ¿Sabe el albañil de Fuenlabrada que sus antepasados construyeron las pirámides de Egipto —Keops, Kefren y Micerino—, cuya antigüedad se estima en más de 4.500 años?
¡Qué va a saber ese bruto! Cuando la profesora explicó los faraones de la cuarta dinastía,  él se había quedado dormido.  Nunca fue capaz de aprenderse sus nombres ni los nombres de sus dioses. A los 16 años se fue a la obra y desde entonces no ha vuelto a leer un libro.


¿Sabe el pescador de Aldán que sus antepasados descubrieron América y dieron la primera vuelta al mundo?
¡Qué va a saber ese infeliz! Cuando la profesora explicó la era de los descubrimientos él estaba descubriendo las juergas y borracheras, y lo expulsaron del instituto. Más tarde aprendió, en  un programa  de televisión, que Colón no era italiano, catalán ni gallego sino un extraterrestre que tenía su base en el Triángulo de las Bermudas. Desde entonces no ha vuelto a leer un libro.


¿Sabe el ama de casa, en Irún o en Antequera, que sus antepasadas inventaron la tortilla de patatas cuando aún no se conocían las tortillas deconstruidas ni existían las estrellas Michelin?
¡Qué va a saber esa pobre mujer! Jamás en su vida aprobó un examen de química ni entendió, a pesar de las explicaciones de la profesora de física, por qué se calientan los alimentos metidos en el microondas. A los dieciséis años colgó los estudios y se buscó un trabajo cualquiera. Después se juntó con un chico cualquiera y desde entonces no ha vuelto a leer un libro, ni siquiera de recetas de cocina.


¿Sabe el pastor de cabras del Montseny que sus antepasado escribieron el Quijote? ¿Y que los antepasados de sus antepasados grabaron en tablillas de arcilla las hazañas de Gilgamesh, rey de Uruk?
¡Qué va a saber ese  desgraciado! Por más que se desesperaba el profesor de gramática, nunca aprendió a distinguir una conjunción copulativa de un pretérito pluscuamperfecto. Terminó la secundaria sin poner un acento en su sitio. Desde entonces no ha vuelto a leer un libro.


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