Noticias del frente del Este, 6

 



 Entre los escombros de un bloque de viviendas de estilo soviético, la periodista se encuentra a un adolescente que ha sobrevivido al bombardeo. La periodista, naturalmente, se alegra de su buena suerte y va hacia él dispuesta a entrevistarlo. Lo malo es que ella no sabe ucraniano y él solo habla su idioma. El chico tiene la mano derecha ensangrentada: es probable que haya perdido varios dedos o la mano entera. La periodista le indica por señas que se ponga el amasijo de carne picada en el pecho, como el caballero del Greco o Napoleón. Mientras lo fotografía, arrecia la ventisca. El efecto del muñón sanguinolento sobre un fondo de copos blancos gusta mucho a la periodista. 


El chico es moreno, no parece un ucraniano típico. Si le duele la herida, no se queja. Se llama Yakiv. Cuenta, como si la reportera lo entendiera, que sonó la alarma y todos los vecinos corrieron hacia el refugio. A él no le dio tiempo. Se cubre la cabeza con las manos para escenificar el horror del derrumbe. Como compensación por el relato, el chico le pide un cigarrillo pero ella no fuma. El chico no se desanima y le pide el reloj. Aunque hable un idioma incomprensible, sus señas no dejan lugar a dudas: “Quiero que me des tu reloj de pulsera”. Es un smartwatch Samsung que vale más de 300 euros. ¿Para qué lo quiere un chico que ha sobrevivido milagrosamente a un bombardeo y quizá haya perdido a sus padres y hermanos entre las ruinas? Sería mejor llevarlo al hospital. La periodista le indica que llamará a una ambulancia para que lo traslade al hospital. El chico la agarra por el brazo para que no lo haga y, al sujetarla, le deja una mancha de sangre en la manga del anorak. Además del reloj, quiere el teléfono. “Es un buen teléfono. Dámelo”. El teléfono es, en efecto, un Iphone de última generación. Por si la mujer no ha comprendido bien su exigencia, el chico saca una navaja que sostiene con la única mano útil que le queda y amenaza con degollarla.


La periodista es una veterana reportera de guerra. Se ha visto en circunstancias peores, como intentos de violación, así que deposita el reloj y el teléfono con calma, para que el chico se confíe,  sobre un montón de hierros retorcidos y le indica mediante gestos amistosos que son suyos. Este se lanza al botín con avidez, alarga la mano izquierda y ella, con todas sus fuerzas, le golpea con un ladrillo. El chico grita, se retuerce de dolor, la periodista huye. A una distancia prudente, se para y lo fotografía. Nieva con tanta intensidad que se ha borrado la sangre del suelo y apenas se distingue la figura del chico ucraniano.



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