Castilla la común, 31

 


Es un placer salir al aire libre y llevar un libro en la mochila que hable de los encantos de los lugares que vamos a recorrer. En cierto modo, podría decirse que es un placer inefable, si “inefable” fuera una palabra apta para toda clase de oídos. Y es que allá adonde fueres, siempre hay un poema lírico, un texto descriptivo, una crónica de viajes o una loa que nos acompañan y nos enseñan lo que no está a simple vista.


Pero quienes se aventuren por los caminos de Castilla han de ser cuidadosos en la elección de su guía literaria. La mayoría de los autores modernos que han escrito sobre Castilla, tanto si son naturales del país como visitantes de otras regiones, adolecen de un léxico tan elemental que a cualquier sitio lo llaman páramo, yermo, erial o estepa y se quedan tan frescos. Esta pobreza de vocabulario se compensa, en parte, con una mayor variedad de adjetivos: monótono, infinito, eterno, vacío… si bien todos parecen espigados de un diccionario general de la ascética y sembrados a voleo.


 Cuenta ciertamente Castilla con admiradores incondicionales, pero estos han hecho más por su leyenda negra que sus peores enemigos. Nos referimos a los típicos poetas que extasiados ante un humilde sembrado de trigo vislumbran el alma eterna de España: y esta España falsa es la que aman, no Castilla.


Me dijo un caminante a quien conocí en el Campo Azálvaro:
—Yo, cuando ando por Castilla, llevo siempre un libro de ciencia ficción en la mochila, la clásica novela que trata sobre la colonización de Marte por los terrícolas o que imagina ríos de plasma en Venus.
A dicho excursionista literario no le faltaba razón. Marte y Venus, incluso Ganímedes o Urano, se hallan a menos distancia de nosotros que la impostada Castilla de las obras literarias. 


Además, ir por Castilla con un libro de marcianos en la mochila tiene la ventaja de que cada vez que miras al cielo estrellado, sientes que ya has estado allí, en alguno de aquellos puntos luminosos. Por el contrario, pocos libros de Castilla te hacen sentir lo mismo cuando miras a tu alrededor.
 

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