Noticias del frente del Este, 12

 


 Cuando el presidente de una potencia hostil ordenó la invasión de un país aliado, el precio del aceite de girasol se puso por las nubes. Era lógico, porque buena parte del aceite de girasol que se comercializaba aquí procedía de allá lejos. Lo malo es que entonces, en solidaridad con el aceite de girasol, subió también el precio del aceite de oliva. Este incremento era más difícil de digerir incluso para los estómagos agradecidos. ¿Por qué nos ha de costar más caro el aceite de oliva, ingrediente esencial de la dieta mediterránea, si España es el mayor productor del mundo? El sector del aceite de oliva echaba la culpa de la inflación al precio de los combustibles, aunque Ucrania, epicentro de la crisis mundial, ocupa un modesto puesto 58 en el escalafón de productores de petróleo, por detrás de Nueva Zelanda y Alemania. No abundan los olivares ni los pozos de petróleo en los campos de Ucrania.


Obviamente nadie se quejaba demasiado por estas menudencias, teniendo en cuenta que miles de personas morían en los bombardeos y millones huían de las ciudades devastadas. Por el contrario, los gestos de solidaridad con las víctimas —o con algunas de las víctimas— se repetían por doquier. Algunas empresas de distribución alimentaria facilitaban las donaciones en las cajas de sus centros comerciales, de modo que los clientes pagaban primero el aceite a precio de oro líquido y, a continuación, podían hacer un ingreso en ayuda humanitaria. Ibas a echar gasolina y te encontrabas la bandera de nuestros aliados proyectada en una pantalla gigante, de modo que primero pagabas la gasolina a precio de oro líquido y luego podías cuadrarte delante de la bandera y rendirle homenaje. Apelando a la solidaridad, el gobierno anunció recientemente que España aumentará su gasto militar y duplicará la ayuda a nuestro país amigo: un envío de 200 toneladas de material bélico se dirige ya hacia el frente del Este, donde se dirime el destino de la civilización occidental.



Comentarios