Seguridad 24 horas

 


 

 Cabe dentro de lo posible que en la oscuridad de un garaje público nos espere una sorpresa desagradable. Son numerosas las variantes que adopta el horror. ¿Quién no ha vuelto la cabeza atrás y acelerado el paso al percatarse de que un violador en serie acecha detrás de una columna? ¿A quién no se le ha helado la sangre ante la terrorífica aparición de un payaso asesino cuya máscara grotesca vemos reflejada en el espejo del ascensor?


Cabe dentro de lo posible que un cadáver se pudra en el maletero de un coche o diez cadáveres se pudran en los maleteros de diez coches y sus miasmas inficionen el lúgubre antro; asimismo, que los muertos se correspondan con las fotografías de ciertos desaparecidos que la policía busca en las casas abandonadas del barrio y que los periódicos sitúan en la morgue de una red criminal dedicada al tráfico de órganos.


Cabe dentro de lo posible que un viajero del trópico o un encantador de serpientes haya extraviado una cobra venenosa y que esta, aprovechando la superpoblación de ratas, se haya aclimatado a la humedad y tinieblas perpetuas del garaje público; y que debido a la abundancia de alimento y la ausencia de depredadores se genere una nueva especie de reptiles monstruosos que campan a sus anchas por los tubos de ventilación y las alcantarillas.


Cabe dentro de lo posible que un individuo desahuciado —que primero perdió el trabajo, luego la casa, a continuación la familia y, por último, la dignidad— establezca su residencia precaria en un túnel del garaje público; y, carente de higiene y trato con el género humano, pierda el juicio, su mirada se vuelva turbia y nadie se atreva a ocupar su plaza de aparcamiento.


Cabe dentro de lo posible que unos padres atareados dejen abandonado a su hijo pequeño en el interior del vehículo mientras descargan las bolsas de la compra y que, cuando al cabo de unas horas, se den cuenta del olvido, desciendan al garaje y se encuentren la cara lívida de la desgraciada criatura aplastada contra la ventana del automóvil y sus diminutos puños enrojecidos de tanto golpear pidiendo socorro.


Cabe dentro de lo posible que una pareja clandestina aproveche la penumbra de un rincón discreto para entregarse a los delirios del sexo y, sorprendidos por un hombre raro que los mira desde las sombras, reaccionen al descubrirlo primero con miedo y después con ira; y que, repuestos del susto, la pareja de amantes lo persiga encolerizada  y lo golpee con una llave inglesa hasta partirle el cráneo.


Cabe dentro de lo posible que una honrada madre de familia, al final de su jornada laboral, salga del auto sopesando diferentes opciones de cena para sus dos hijos de cinco y siete años y que, absorta en los asuntos domésticos, no se dé cuenta de que ha metido los pies en un charco viscoso; de modo que al llegar a casa, sus dos hijos de cinco y siete años la reciban con un llanto compulsivo  porque tiene los zapatos manchados de sangre.


Cabe dentro de lo posible, por suerte, que ninguno de estos horrores sea posible, ya que nuestra seguridad está perfectamente garantizada las 24 horas del día. No hay rincón, en efecto, sin cámaras de vigilancia ni cámaras de vigilancia sin pantallas de control; detrás de las cuales es posible que unos seres con aspecto de lagartos o sapos carnívoros, originarios de otras galaxias y dotados de una inteligencia superior, supervisen cada uno de nuestros movimientos por las galerías tenebrosas del inframundo.



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