Todos los poemas de amor son políticos

 


 Todos los poemas de amor son políticos.

Los poetas que se declaran siervos de la mujeres, se postran a sus pies de alabastro y las idolatran en versos endecasílabos dicen tantas mentiras como los políticos populistas en sus promesas electorales. 

Los pechos de las mujeres son rotundamente políticos tanto si se muestran, oh alborozo, como si se ocultan, oh misterio. 

Solo los poetas han visto a las hermosas ninfas que se bañan desnudas en las aguas cristalinas del río y solo los poetas ignoran que en el mismo río pero en distinta agua las mujeres del pueblo se ponen a lavar la ropa: el agua de ellas está fría y les corta las manos, y esto es una injusticia política. 

Las mujeres seducidas por don Juan son víctimas de un discurso político y el propio don Juan es un producto político diseñado en el laboratorio de ideas de un partido político. 

Los suicidios por amor son quizá políticamente incorrectos, pero políticos de todos los modos. Qué sería de la literatura sin amores a primera vista, sin amores fatales, sin amores no correspondidos… ¿Un mamotreto tedioso como el Boletín Oficial del Estado? 

Las mujeres que se enamoraban de quien no debían y provocaban cataclismos al entregarse a su pasión eran casi siempre víctimas y a menudo revolucionarias. Los hombres que se batían en duelo por ellas (por ellos) ostentan, sin embargo, el dudoso honor de ser los padrinos literarios de las páginas negras de la violencia de género. 

La soledad de los enamorados sin suerte es una opción política como estar en la luna o esperar a que vuelvan las golondrinas, pongamos por caso.
 

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