Western

 


 El bueno de la película es un pistolero, aunque al principio es tan bueno que no parece un pistolero sino simplemente un buen hombre. Sabemos, sin embargo, que tiene un pasado turbio de crímenes horribles. El tipo regresa al hogar y se encuentra con que su madre ha muerto, su padre lo rechaza y su antiguo amor, cansada de esperarlo, se ha unido a otro hombre. La gente lo teme. Han oído historias de sus fechorías y no se fían.


Los malos de la película son un empresario sin escrúpulos, que quiere hacerse con la propiedad de las mejores fincas de la comarca, y la banda de asesinos que ha contratado para aterrorizar y, llegado el caso, eliminar a los granjeros que se niegan a venderle las tierras.


Fiel a su propósito de enmienda, el antiguo pistolero se mantiene al margen del conflicto, soporta toda clase de vejaciones y pone la otra mejilla cuando los bandidos lo agreden. Hasta el día en que disparan a su padre. Entonces, quizá por venganza y quizá también por liberar al pueblo de sus opresores, no le queda más remedio que desenfundar el revólver y volver a las andadas Los malos están en la cantina. El pistolero acude a su cita ineludible con la Muerte. Hay un tiroteo. Por una vez vez Dios ayuda a los buenos, aunque son menos que los malos.


En la última escena, el pistolero cabalga solitario por las Montañas Rocosas hacia el Oeste, que ya no es el fin del mundo sino una tierra de oportunidad para los desheredados de la fortuna. Han muerto media docena o una docena de malos, pero la historia no acaba aquí.


Los descendientes del empresario sin escrúpulos son ahora respetables capitalistas que dirigen un fondo de inversión, un banco o una sociedad inmobiliaria; asisten a las ceremonias religiosas dominicales; sus hijos estudian en prestigiosas universidades privadas.

 
La banda de asesinos ya no se llama banda, sino empresa privada de seguridad. Envían mercenarios a todas las guerras y cotizan en la Bolsa. 


Los huesos de los rancheros asesinados se pudren en los cementerios de América. A veces alguien pone flores en sus tumbas. Las mujeres que honran con flores la memoria de sus abuelos son las mismas que lloran a sus hijos abatidos en Vietnam, Iraq o en el supermercado de la esquina.

 
¿Y que fue del pistolero vengador cuya pista se pierde en los territorios salvajes del Oeste? Hay una película y numerosas baladas country que lo elevan a la altura de Jesse James y otros forajidos de leyenda: cuentan las hazañas de un tipo duro que, él solo, se enfrentó a tiros con los malos y los venció. 


La Asociación Nacional del Rifle recomienda la película a sus socios.
 

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