Las personas del verbo

 


  Las personas del verbo son un cosa que se estudia en gramática pero a veces no se entiende bien. Por eso mucha gente las aprende de memoria y se limita a soltarlas en el examen como si fueran ráfagas de metralleta.
Yo soy.
Tú eres o vos sos.
ÉL, ella o ello es.
Hasta aquí, sin problema; lo malo empieza cuando llegamos a la primera persona de plural. Entonces los niños se quedan bloqueados porque no saben qué significa esta extraña palabra: nosotras, nosotros. 


A cualquiera se le ocurre un ejemplo de uso de la primera persona de singular:
—Yo soy el mejor.
—Yo soy la más lista de clase.
—Yo soy yo.
 También de la segunda:
—Tú eres tonto.
—Tú hueles a caca de chimpancé.
—Tú tienes una verruga en la nariz.
Y, como no hay dos sin tres, de la tercera:
—Ella es una mosquita muerta.
—Él se tiñe el pelo de morado.
—Ella se tira un pedo.

Para que aprendieran la primera persona de plural, a una maestra rural se le ocurrió dividir la clase en dos equipos y organizar un partido de fútbol. Al final les preguntó a los jugadores: ¿Qué tal el partido? ¿Quién ha ganado?
—Profe, yo he metido un gol —exclamó el delantero centro.
—¡No vale, tú estabas en fuera de juego! —se quejó el capitán del equipo rival.
—Ella tocó el balón con la mano —sentenció la árbitra.
Pero en ningún caso decían: “marcamos un gol”, “jugamos bien”, “ganamos” o “perdimos”, en primera persona de plural.


Un día, durante la hora de gramática, sonó la alarma, por lo que se pararon las clases y  todos evacuaron el centro con orden y rapidez. En realidad era solo un simulacro: los profesores se ponían chalecos reflectantes, formaban a los estudiantes en fila india, los contaban y desalojaban el edificio por las salidas de emergencia.
Cuando concluyó el simulacro, la profesora volvió a la carga con las personas del verbo.
—¿Os habéis puesto nerviosos? ¿Os acordabais de todo lo que había que hacer?
A lo que ellos respondían:
—Yo salí el primero.
—Tú te pusiste en medio y casi me tropiezo por tu culpa.
—Él se cayó rodando por las escaleras.
Y una vez más, nadie decía “nosotros nos ayudamos”, “nosotros nos salvamos” o frases por el estilo.


Hasta que pasado el tiempo sucedió una desgracia de verdad en la escuela: un temporal derribó el viejo tilo del jardín, un árbol gigante que ya no podía con el peso de sus ramas. El árbol caído aplastó el tejado de un invernadero, en el que las profesoras de Ciencia Naturales ensayaban  cultivos experimentales de plantas carnívoras. Afortunadamente, no hubo que lamentar más víctimas. El accidente provocó que toda la escuela se uniera para reivindicar aulas, laboratorios y árboles que no se los llevara el viento.
—Escribiremos una carta a la consejería de Educación.
—Haremos una manifestación.
—Iremos a la huelga.
Así lo decían: en primera persona de plural.


Comentarios