Castilla la común, 43

 


 Entre los años 60  y 70 del siglo XX, la ciudad de León experimentó un aumento de población superior al 60 %,  llegando a alcanzar en 1975 alrededor de 115.000 habitantes. Este incremento demográfico está relacionado —como en otros lugares de la España vaciada, seca y profunda,  pero entrañablemente española— con el éxodo rural desde los pueblos a las capitales de provincia. Si bien es cierto que a partir de 1975 el crecimiento de la ciudad se ralentizó, ello fue debido a que el polo de atracción se trasladó al área metropolitana, que pasó de unos 31.000 habitantes en 1975 a más de 69.000 en 2008, según datos de la Wikipedia. 


La dinámica poblacional de León es extrapolable a otras provincias del interior y revela que no todo es vacío en la España vaciada. La concentración de hospitales y centros de estudio, comercio y servicios en las capitales, y a otro nivel, en localidades principales que ejercen de cabezas de comarca, vacía los pueblos de jóvenes que emprenden carreras universitarias, mayores que necesitan cuidados médicos y toda clase de personas que simplemente quieren vivir en sociedad.  De ahí que resulte tan irritante el eterno retorno al mito del país yermo, la Laponia ibérica, la tierra maldita de Alvargonzález; y tan sospechosa, la proliferación de partidos que enarbolan la bandera del agravio territorial. Porque en vez de romper Castilla o Aragón, habría que fortalecerlas, pues es en los municipios y comunidades donde se deben adoptar las medidas de choque para frenar la despoblación. En vez de enfrentar a unos españoles con otros, habría que unir a las clases populares en defensa de un Estado democrático 
que planifique, intervenga y redistribuya equitativamente los beneficios de lo que se produce en un lado del país y se consume en otro, asegure los servicios públicos y fomente la actividad productiva sostenible. 

Reivindican, en cambio el Reino de León, como si no tuviéramos bastante con dos reyes: el mago de Oriente y el de verdad. Les indigna que Valladolid o Madrid expolien sus riquezas pero, si son de derechas, se sitúan en las antípodas ideológicas de los partidos que quieren aumentar los impuestos a las grandes empresas expoliadoras; y si son de izquierdas, actúan como quintacolumnistas de los explotadores dividiendo al pueblo explotado en facciones tribales. Así es como la España vaciada completa la obra de derribo que ya emprendiera la España llenada; así rompen Castilla y la reducen a escombros.

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