Noticias del frente del Este, 14

 


Al cumplirse el primer aniversario de la guerra, los capitalistas echaron cuentas y vieron que la muerte era un buen negocio. La venta de armas se había disparado, desde los sencillos lanzagranadas hasta los carros de combate de última generación y cazabombarderos con su kit completo de mortíferos proyectiles inteligentes. Además, todo el mundo se había vuelto militarista, apoyaba los gastos militares y los bloques militares, y se enorgullecía de la participación de sus fuerzas armadas en la contienda. Las multinacionales energéticas no cabían en sí de gozo, pues habían batido marcas históricas de ganancias, a pesar de que la gente pasaba frío por culpa del precio del gas. Las cadenas de distribución de alimentos se mostraban asimismo satisfechas y les importaba un pimiento que cada vez se vendieran menos verduras, huevos o aceite porque muchas personas no podían pagarlos. Las constructoras se frotaban las manos pensando en la próxima reconstrucción de las ciudades destruidas por los misiles. Los profesores, en vez de enseñar historia, celebraban el día de la paz colgando banderas de guerra en las fachadas de las escuelas. Los medios de comunicación presentaban la matanza como un videojuego en el que unos superhéroes se batían por la salvación de la humanidad contra un ejército de zombis terroríficos, y el formato tuvo un éxito extraordinario. Los dirigentes políticos habían encontrado por fin un proyecto ilusionante que levantara los ánimos de una población castigada por tantos años de crisis y pandemia: la defensa de nuestros valores occidentales.


Considerando cuán bien les había salido la jugada, los capitalistas llegaron a la conclusión de que otro año de guerra multiplicaría sus beneficios y de que no había ninguna prisa en sentarse a hablar de paz. Al contrario, una pequeña guerra con tan solo decenas o centenares de miles de muertos les sabía a poco, así que ¿por qué no globalizar el odio y provocar el estallido de una tercera guerra mundial?

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