Aula de refugiados

 

Exposición Olhares Modernos, MACNA

 Están en una casa de acogida donde conviven personas de diversas nacionalidades. Si fuera un apartamento de vacaciones en la playa, parecería incluso un enredo divertido. Pero a quién le divierte no poder hablar con nadie, las comidas distintas, las asignaturas y los profesores nuevos del instituto. Las noticias que llegan de sus países destruidos son alarmantes. Algunas niñas incrédulas cuentan, sin embargo, los días que quedan para el regreso. Cuando acaben los combates, cuando la situación mejore, volverán a los sabores, a la música y al aire que la guerra les ha robado.


Yo les enseño un idioma ajeno, hostil, antipático. En su casa, de puertas adentro, nunca dirán mamá, papá, abuelo, abuela a esos seres entrañables que ya se llamaban como se llamaban cuando el mundo tenía pies y cabeza. La diferencia entre ser y estar ¡qué ridiculez con la que está cayendo!. En cuanto a los usos del pretérito imperfecto y el pretérito perfecto, bah, mejor olvidarlos...


Son de Ucrania, de Afganistán... Miramos en Google Maps los lugares donde vivían.
—En esta casa —me dice una niña de doce años con ayuda del Google Translator— cayó un cohete.
Y a mí, profesor de gramática, solo se me ocurre felicitarla por sus adelantos en la pronunciación y en la adquisición de vocabulario.

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