Bendita inocencia

 


 Son estudiantes de secundaria, adolescentes rabiosos, críos turulatos. Dicen que no entienden de política y pasan de política. Pero a diferencia del filósofo cuya sabiduría radicaba en la consciencia de no saber nada, ellos saben más de lo que reconocen con falsa bendita  inocencia. Por saber, saben que todos los políticos son iguales, sin distinción de ideologías, y que todos buscan lo mismo, que es aprovecharse de su cargo en beneficio propio; que nos suben los impuestos para forrarse ellos a costa de la ruina del pueblo honrado y trabajador; que algunos empresarios se largan del país para no pagar impuestos abusivos y que hacen bien en llevarse su dinero a donde les dé la gana, pues para eso es suyo y lo han ganado con su esfuerzo; que la gente no trabaja porque lo único que quiere es cobrar el paro y vivir del cuento; que la sanidad funciona mal porque los médicos de la publica son una pandilla de vagos; que los precios del combustible y los alimentos están imposibles por culpa de Putin; que los rusos son unos asesinos y los ucranianos luchan por la libertad; que los españoles hacemos bien en apoyar al bando de los buenos, también denominado Occidente o, por sus iniciales, OTAN.


Para no entender de política y pasar de la política admitamos que son unos estudiantes aventajados. 


Adoctrinar a sujetos políticos con unas convicciones tan arraigadas no es tarea fácil para ningún profesor politizado que se empeñe en ello. Y, sin embargo, cunde el pánico de que la escuela se vuelva un lugar de adoctrinamiento. Nosotros no queremos que lo sea, porque respetamos la libertad de conciencia. Ni siquiera reclamamos la tan traída y llevada, vilipendiada y degradada hora semanal de Educación para la Ciudadanía... o como le dé por designarla al gobierno de turno. A los estudiantes de secundaria que dicen no saber nada de política pero saben todas las vulgaridades políticas que circulan en las redes sociales y medios de comunicación, la escuela tiene el imperativo de ofrecerles conocimientos rigurosos de filosofía, gramática, literatura, historia, economía y ciencias naturales. Lo contrario sería dejarles indefensos ante quienes quieren inculcarles una antipolítica interesada y perversa.


Una escuela científica y laicista no adoctrina, sino que previene contra cualquier forma de adoctrinamiento, sea de derechas o de izquierdas. Solo un sistema educativo fundado en tales presupuestos fomenta el librepensamiento, contribuye al bienestar público y hace posible la democracia.

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