Con el espíritu patriótico por los suelos


 

 Caigo en la cuenta de que en estos últimos días he ido a una manifestación a favor de Palestina y a ninguna en defensa de España. Debo de ser un mal español, si no algo peor, como antisemita, filoterrorista y yihadista, ya que me solidarizo con los palestinos bombardeados por el ejército de Israel en vez de echarme a la calle con los indignados españoles de bien, que enarbolan banderas de guerra y gritan consignas de odio; eso sí, del bando de los buenos. Españoles que proclaman su ardor patriótico vociferando vivas a una España unida, pero sin diálogo; grande, pero sin la mayoría del pueblo; libre, pero sin verdadera democracia. Tal es su idea de la patria: una España suya, pero de nadie más. Y eso es precisamente lo que nos asusta a los malos españoles que arrastramos el espíritu patriótico por los suelos: que con el pretexto de que España se rompe, vengan tiempos de demolición y derribo en la casa común de todos los españoles, que no es otra que la democracia.


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